Manifiesto por la Economía Crítica

La economía, como campo de estudio, surge vinculando las relaciones de poder entre grupos sociales que se desprenden de la estructura económica, en esencia, el componente político de la economía.

Bajo esta premisa se encuentran los análisis de autores como Adam Smith (de quien se desprende la idea de la mano invisible del mercado), David Ricardo (telón de fondo para las teorías de las ventajas del comercio internacional) y el mismo Marx. Estos autores, desde diferentes categorías, llegan a conclusiones poco alentadoras sobre el capitalismo, en particular, para la clase trabajadora, excluida de los beneficios de la estructura económica.

En la búsqueda de legitimación para la continuidad del sistema, se necesitaba una base teórica que permitiera difuminar la efervescencia social. De esta manera, los enfoques utilitarista y marginalista, bajo el argumento de la cientificidad de la economía, elaboran aparatos teóricos, con formalizaciones matemáticas, basados en supuestos reduccionistas que despojan el componente social y político del estudio de la economía.

De esta manera, la escuela Neoclásica –que recoge los aportes utilitaristas y marginalistas- se desarrolla a partir de la homogenización de agentes económicos y elimina las relaciones de poder entre los grupos sociales.  Un marco desprovisto de todo contenido político (i.e. análisis de las relaciones de poder), que se fundamenta en análisis de agentes individuales, aislados y simplemente maximizadores de utilidad, constituye la base de perspectivas de la ciencia económica como una mera asignadora eficiente de recursos, en la que basta conocer la conducta de los individuos y dotaciones de factores.

Resultado de esto, la ciencia económica ha sido puesta al servicio de identificar y maximizar utilidades de los agentes que, teóricamente, potenciarían el crecimiento y eventualmente los beneficios alcanzarían al resto de individuos que, de manera similar, buscan maximizar su utilidad.

En contraposición, se puede comprender la ciencia económica en términos de categorías socialmente definidas, desde la Economía Crítica. El capital, como categoría social, define entonces una relación entre poseedores y desposeídos de medios de producción, mediada a través de una relación salarial de explotación, en el capitalismo. Al entender de esta manera el capital, es evidente su dimensión social e histórica, en tanto es una categoría expresada bajo determinadas condiciones históricas de modo de producción.

Además, el capital, como relación social, implica una relación de poder entre los poseedores de capital y trabajadores, poseedores solamente de su fuerza de trabajo. La relación capital-trabajo es, para el primer componente, una condición para la acumulación, mientras que para el segundo, una condición para su reproducción.

Así, el trabajo permite las condiciones de acumulación del capital y, por tanto, a medida se desarrolla la relación capital-trabajo se profundiza una polarización en la estructura distributiva y en términos de subordinación de una clase por otra, lo que se vuelve más evidente en coyunturas de pugnas salariales.

De esta manera, desde la Economía Crítica se analizan las condiciones de la estructura económica, vinculadas con las relaciones de poder que, orgánicamente, se desarrollan bajo determinadas condiciones históricas. Sin embargo, la economía convencional se envuelve en un halo de mitos que funcionan como artefactos ideológicos que ilusionan con la promesa del progreso.

Frente a este panorama, la alternativa a este modo concreto de expresión del sistema capitalista, desde una dimensión social de las categorías económicas, es un proceso en constante construcción, que pasa por la resistencia a esta uniformización y subordinación.

Comunidades campesinas organizadas para el trabajo colectivo, pueblos originarios defendiendo la vigencia de sus prácticas y creencias, puntos de cultura expresando sus identidades, la lucha contra los esquemas patriarcales de sociedad, el reconocimiento de la esfera reproductiva de la economía frente a la productiva, las iniciativas de trabajo colectivo, de economía solidaria.

La construcción de lo comunitario se vuelve, entonces, la herramienta política de resistencia al capitalismo transnacional. El pensamiento desde lo colectivo, capaz de recoger las dimensiones sociales del análisis, la Economía Crítica, permitiría desafiar las limitaciones de la teoría económica neoclásica y su racionalidad instrumental.

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