
Comercio Internacional y ventajas comparativas
Las políticas liberalizadoras del comercio internacional se encuentran fundamentadas en los planteamientos de las ventajas comparativas. Según este enfoque, como señala Appleyard (2003), lo que importa en el comercio internacional son los menores costos comparativos, de modo que, a pesar de las asimetrías entre los países, siempre habrá alguna rama en la que el país rezagado tenga menores costes comparativos[1]. A pesar que uno de los países pueda tener menores costos de producción en todas las ramas, en el país rezagado puede haber por lo menos una rama en la que la producción de un tipo de bien resulte más ventajosa con respecto a otra rama que en el país más industrializado.
Así, se plantea que con la liberalización comercial, si bien puede presentar desequilibrios de corto plazo, el déficit comercial en el país más rezagado generaría necesidad por divisas, que presionaría a la moneda local hacia la depreciación. Esto volvería sus bienes transables más baratos relativamente en el exterior y encarecería relativamente las importaciones, lo que permitiría el equilibrio comercial en el largo plazo.
Esta conclusión tiene a la base una concepción del dinero simplemente como medio de cambio, sin considerar el atesoramiento y, por tanto, obvia la influencia que ejerce el sistema financiero en las contra tendencias propuestas para el equilibrio comercial. Además, requiere de la noción de la competencia perfecta, que implica empresas que no buscan modificar las funciones de producción de las industrias, sino simplemente empresas precio-aceptante y, consecuentemente, costo-aceptantes. De esta manera, la perspectiva de las ventajas comparativas, que es la base de los manuales de economía internacional, se encuentra fundamentada en supuestos de equilibrio que no posee la capacidad de asimilar fuertes asimetrías en la estructura productiva entre países o regiones.
Estas limitaciones impuestas en los postulados teóricos repercuten en el planteamiento de las negociaciones internacionales y las relaciones comerciales entre países. El constante bombardeo de organismos internacionales, gobiernos y otros sectores que anuncias las bondades de los tratados de libre comercio, como el CAFTA-DR y el AdA, tienen a la base esta lógica de funcionamiento del comercio internacional y, por tanto, el proceso de negociación se encontrará sesgado.
Una propuesta alternativa. Determinantes del comercio internacional y el movimiento de capitales
Como contraposición de análisis teórico se puede comprender el comercio internacional en el marco de la competencia absoluta. Este enfoque reconoce una competencia dinámica que se desarrolla en el marco de rivalidad entre capitales y, por tanto, los mecanismos monetarios generan flujos de capital para financiar los desequilibrios comerciales potenciados por las asimetrías entre países.
Las asimetrías, en el marco del comercio internacional se expresan en los siguientes aspectos (Góchez, 2008):
- La capacidad exportadora desigual de los países. La existencia de empresas y sectores con capacidad real de producir diferentes tipos de bienes.
- La capacidad competitiva desigual de las empresas de los diferentes países. Ventajas que derivan de las capacidades productivas y acceso a servicios.
- Aspectos de un país que, siendo exteriores a las empresas mismas, repercuten en la capacidad productiva y competitiva de éstas.
Las fuertes asimetrías de los países generan que, ante un régimen comercial más liberalizado, los países más rezagados productivamente verán que la tendencia de largo plazo es el encarecimiento de los costos laborales unitarios, esto es, una apreciación real de los términos de intercambio. Esto profundiza el aumento de su déficit comercial.
El incremento del déficit genera la necesidad de divisas en la economía más rezagada que viene a ser resuelta a partir de los flujos de capital transnacional, tanto en inversión directa como de cartera. Sin embargo, los capitales que se movilizan hacia estos países serán los que busquen rentabilidad mayor a la esperada en las economías más avanzadas y, por tanto, las características de los capitales será rentista, con las empresas transnacionales con menor respeto a los derechos laborales, sociales o ambientales y los capitales financieros más especulativos.
Esta relación entre el déficit y el flujo de capitales, para El Salvador, se muestra en el gráfico. Los pasivos de la cuenta de capital de la balanza de pagos han crecido a medida se profundiza el déficit comercial. Esta relación se ve también atenuada por el enorme flujo de divisas en concepto de remesas, que permiten mantener el déficit comercial y el esquema monetario dolarizado.

La expansión de pasivos en la cuenta de capitales ha estado cargada en el incremento de la Inversión Extranjera Directa y la entrada de capitales financieros. Para el cuarto trimestre de 2014, el acervo de IED en el país fue de 9,357.7 millones de dólares, mientras los títulos de deuda y préstamos que representan obligaciones de pago del país con el exterior fueron de 13,054.2 millones de dólares. Es decir que el capital transnacional asentado en el país, alcanza los 22,411 millones de dólares, que representa el 92.38% del PIB.
La inversión extranjera destinada a títulos de deuda y préstamos representa un flujo futuro de pago por el mismo monto más intereses. Es decir que los 13 mil millones de esta cartera representan un fondo de apalancamiento del país, que se destina a cubrir las necesidades de financiamiento corriente del gobierno, de las empresas y los hogares más que al desarrollo de las fuerzas productivas. Entre 2000 y 2001 se han erogado 20,906 millones de dólares en concepto de servicio de la deuda (ADESES, 2015).
Por su parte, la IED se encuentra bajo la lógica de los circuitos transnacionales de acumulación, en la búsqueda de reducir costos, principalmente a través de costes laborales, beneficios fiscales y pocas regulaciones a la inversión, que le permita extraer de la economía en la que se localiza, los mayores ratios de rentabilidad posible. Según ADESES (2015), en los últimos 14 años las empresas transnacionales han extraído 8,327 millones de dólares en concepto de utilidades y 3,192 millones de dólares por repatriación de la inversión, un total de 11,519 millones, cuando el stock de IED a 2013 era de 8.2 miles de millones de dólares. Las empresas transnacionales generan así un proceso sistemático de salida neta de capitales del país de alrededor de 140% de lo invertido, sin tomar en cuenta de la fuga ilícita de capitales.
Una cuenta corriente liberalizada y una cuenta de capitales totalmente abierta, como las acordadas en los tratados del CAFTA-DR y AdA, vuelve a las economías más rezagadas dependientes a los flujos de inversión de las empresas transnacionales más abusivas y los capitales financieros más especulativos. Esto, en tanto son las que buscan condiciones para generar ganancias extraordinarias a partir de menores costos de producción de bienes transables o mecanismos de flujos ilícitos como los precios de transferencias. Además, se insertan en la estructura productiva de no transables en rubros clave, especialmente en servicios públicos y sistema financiero.
Referencias
- Appleyard, D. (2003). Economía Internacional (4 ed.). Bogotá: McGraw-Hill.
- Góchez, R. (2008). Evolución de los fllujos comerciales de El Salvador – Estados Unidos antes y después del CAFTA. En Informe de Monitoreo del CAFTA-DR. Red regional de monitoreo del CAFTA-DR.
- Guerrero, D. (1995). Competitividad: Teoría y Política. Barcelona: Ariel Economía.
- Shaikh, A. (2000). Los tipos de cambio reales y los movimientos internacionales de capital. En D. Guerrero, Macroeconomía y Crisis Mundial. Madrid: Editorial Trotta.
[1] Esta relación entre costes es convencionalmente denominada como ventaja comparativa. Es decir, que los requerimientos de trabajo por unidad de producción reflejan las tecnologías en cada país e implican el valor relativo de cada bien. Los países tendrán incentivo a exportar en las industrias que sean relativamente más eficientes con respecto a sus socios comerciales (Appleyard, 2003)