¿Por qué soy anticapitalista?

Aquiles Montoya fue un economista marxista salvadoreño, que dedicó su obra a desarrollar el análisis económico desde una perspectiva local. Así, uno de sus principales aportes ha sido el identificar y explicar la economía informal a través de la categoría de Subsunción Indirecta del Trabajo en el Capital, que permite comprender la relación capital-trabajo desde una perspectiva más amplia.

La comprensión de estos fenómenos lo llevó a posicionarse como anti-capitalista y desarrollar propuestas para la construcción de sociedades alternativas. De este modo, publica La Nueva Economía Popular, donde propone una organización socio-económica basada en la cooperación y autogestión, a partir de experiencias de comunidades organizadas. Estas propuestas se van desarrollando y se publican en el Manual de Economía Solidaria.

Aquiles fue durante años maestro de muchos y muchas en la Universidad Centroamericana (UCA), donde marcó su estilo irreverente, honesto y profundamente riguroso. En su último artículo destaca la importancia de seguir estudiando, conociendo enfoques con una mente abierta y se despide con su frase: «Adiós muchachos, los quiero mucho, pero por favor cultívense!»

A continuación reproducimos uno de sus artículos publicado originalmente en el Diario Digital Contrapunto, en octubre de 2010, donde explica sus razones para declararse anticapitalista, con un enfoque crítico necesario para los análisis de actualidad.


*Por: Aquiles Montoya

Veamos primero una razón de carácter general y ésta es la siguiente: cualquier problema económico, social, cultural, político, jurídico, ideológico o ecológico, si se analiza bien y se va hasta la raíz del mismo, se encontrará siempre que a la base está el sistema capitalista y su racionalidad, esto es, la búsqueda incesante de maximizar ganancias. Y cualquiera pudiera pensar pero qué de malo tiene el buscar obtener ganancias, si se hace de una manera legal, será, obviamente, un acto legítimo. 

Cualquier empresario podrá argumentar: Nosotros, les pagamos a nuestros trabajadores el salario que establece la ley, pagamos los impuestos conforme lo establece la ley, producimos artículos que la ley nos autoriza a producir, lo hacemos con técnicas no contaminantes del medio ambiente. Durante más de cincuenta años hemos venido produciendo bebidas alcohólicas que son el deleite de la población e, inclusive, hemos colaborado con el deporte nacional realizando muchas donaciones, las cuales, obviamente, deducimos de los impuestos como lo establece la ley. Y como además hemos sabido administrar muy bien la empresa, hemos logrado acumular una cuantiosa fortuna y ahora somos una de las familias más ricas del país, lo cual obviamente más que motivo de vergüenza es motivo de orgullo, ya que con nuestras empresas damos empleo a muchos miles de trabajadores y contribuimos al bienestar de la población y al engrandecimiento de nuestro país. 

Veamos el caso anterior, donde se apela a la legalidad y de donde se deduce que el actuar es legítimo. ¿Qué es ley? Los que hacen las leyes la han definido como una expresión de la voluntad soberana que manifestada en la forma prescrita por la constitución manda, prohibe y permite. Es una norma de conducta, de comportamiento y en eso no hay discusión.

El problema comienza cuando se arguye que es una expresión de la voluntad soberana y se nos ha dicho también que la soberanía reside en el pueblo. Si esto fuese así, ¿usted cree que el pueblo se decretaría unos salarios mínimos que no bastan ni siquiera para comer, o que se nos obligue a pagar el 13% de impuesto en cualquier compra o que los impuestos en general castiguen a los más pobres y premien a los más ricos, esto es, que sean regresivos?  

Las leyes en cualquier sistema capitalista están elaboradas pensando en que funcione el sistema capitalista y para que ello ocurra, se buscará que los capitalistas tengan aseguradas sus ganancias y con ello la posibilidad de acumular más y más riqueza.  

Pero volvamos a nuestro empresario y a su legalidad argumentada, de la cual deduce la legitimidad de su conducta. ¿Será legítimo que el empresario haya acumulado una cuantiosa fortuna, mientras que sus trabajadores sigan igual de pobres? ¿Cómo es posible que si el trabajador es quien crea la riqueza, participe de manera tan desigual en la distribución de la misma? ¿Será legítimo que existan unas pocas personas muy ricas, inmensamente ricas, mientras otras muchas, muchísimas, sean muy pobres, pobrísimas? ¿Y cómo se explica que unos se hagan muy ricos, los menos, y otros, los más, a pesar de trabajar y muy duro, sigan siendo pobres?

Obviamente, porque unos explotan a los otros. Porque de toda la riqueza que crean los trabajadores una mínima parte va para ellos y la gran mayoría va para los ricos. Para el trabajador sólo va el salario, y es por eso, que los ricos siempre buscan pagar poco. Ya que de cada trabajador a su servicio, exprimen una buena parte de la riqueza que éste genera. La explotación del trabajador es la única forma de entender, por qué unos se hacen muy ricos y otros permanecen pobres, a pesar de trabajar toda su vida útil. Y claro, cuantos más trabajadores sean explotados más riqueza acumulará el empresario capitalista. El sistema funciona así.

El empresario alega que su actividad es legal, ciertamente, la ley le permite producir bebidas alcohólicas. Hubo un tiempo en que esta actividad fuente de grandes beneficios, era exclusiva del Estado, seguramente, porque era el Estado mismo el que tenía que cargar con los costos sociales que provoca el consumo de bebidas alcohólicas.

Pero como la burguesía siempre ha querido controlar todas las actividades económicas que generan beneficios, se privatizó la producción de bebidas alcohólicas, como después se han privatizado los bancos, las comunicaciones, la distribución de energía eléctrica, las pensiones y quieren ahora privatizar los servicios de salud y el agua.

¿Pero será legítimo que el empresario de marras promueva el consumo de una bebida alcohólica, que es sabido que genera adicción y lo haga de la manera más cínica asociando su consumo a los deportes y estimulando el mismo entre los jóvenes? Y que a pesar de ser responsable de haber propiciado la adicción y todos los daños y costos sociales que ello conlleva, no pague por ello, mientras acumula una cuantiosa fortuna. Y que adicionalmente ocurre que nadie le ha llamado narcotraficante a pesar de que trafica con una droga.

El sistema es así, adecua la moral y los principios a la conveniencia de los capitalistas, de allí que al narco-empresario se le considere un modelo de empresario, de un hombre emprendedor y de éxito.

Este es el capitalismo, así es el sistema en el que vivimos. ¿Vivimos? Vivir tiene que ser otra cosa, algo distinto a pasar nuestra existencia trabajando, algunos tan sólo para no morir de hambre, otros para tener unas cuantas cosas materiales, otros para pagar la casa, los muebles y los aparatos; otros que adicionalmente pagan el carro, el colegio de los hijos, el seguro de salud y de vida, el teléfono, el cable, la lavadora, la secadora, los pasajes de avión, la cuota del club, etc, etc.

Levantarse a las cuatro de la mañana, tomar el autobús a las cinco, llegar al trabajo a las siete salir a las cuatro, a las cinco o a las seis y retornar a la casa a las siete, a las ocho, o a las nueve, medio dormidos, mal comidos y cansados, para iniciar la misma rutina al día siguiente. Y todo para ganar el salario mínimo en una maquiladora ¿Será esto vida? Yo creo que la vida tiene que ser otra cosa. Pero el capitalismo sólo ofrece vida a la burguesía y a quienes son sus cómplices. Aunque tampoco estoy muy seguro de eso. Pienso que tampoco ellos tienen vida, tienen cosas, tienen dinero, casas, piscinas, carros, aviones, yates, etc. Pero muy poca vida. La vida tiene que ser otra cosa.

También por esto soy anticapitalista. Estoy por la vida, no por la mera existencia, por muy cómoda que pueda ser.

Si analizamos la problemática ambiental igualmente encontraremos que tras de la misma lo que se encuentra es el sistema capitalista y su búsqueda incesante de beneficios.

El caso de la finca El Espino es un símbolo de todo el daño ecológico que efectúan los constructores sin que les importe un comino, siempre y cuando obtengan beneficios. Hubo protestas, hubo alegatos, hubo razonamientos, ¿qué no se hizo para detener la destrucción del bosque? Y sin embargo, nada fue capaz de detener la voracidad de los empresarios capitalistas.

Nos argumentan que son los costos del progreso. El progreso, ¿de quién? Será en todo caso el de los ricos y a la larga, ni el de ellos, porque si convertimos el país en un desierto de asfalto y cemento, no habrá vida para nadie. Y eso es lo que están generando los constructores con su modelo expansivo de viviendas, el peor modelo para un país como el nuestro y con el agravante, que eligen zonas de tierras fértiles, con vocación agrícola, para construir miles de minúsculas casitas.

¿Por qué operan así? Porque lo único que les importa es la rentabilidad. ¿Y no sería posible evitarlo? Como no, cambiando el sistema. Cambiar el gobierno no basta, en tanto que el gobierno lo que persigue es la reproducción del sistema, así está diseñado todo el sistema jurídico y político.

Pero abundemos en ejemplos: sabido que el asbesto debido al amianto que contiene produce cáncer y no obstante, se sigue produciendo láminas de asbesto y los constructores las siguen usando, ¿por qué? Porque rinde beneficios, de igual manera se sigue vendiendo productos que contienen Clorofluorocarbonos a pesar de que destruyen la capa de ozono.

O se siguen usando vehículos que con sus emisiones ocasionan el efecto invernadero, además de contaminar el aire, las fábricas siguen contaminando el aire y el agua con sus emisiones o desechos tóxicos, etc. ¿Y por qué no actúan de otra manera? Porque se verían disminuidos sus beneficios.

En última instancia, encontramos siempre: la rentabilidad del capital. Y todo te lo pueden perdonar, menos que atentes contra la sacrosanta rentabilidad del capital. Por esto, también es que soy anticapitalista. 

Otra forma de comprender el sistema capitalista en nuestro país es analizar el modelo neoliberal maquilero, el cual es fácil comprenderlo, porque se reduce a cuatro elementos: el capital maquilero no paga impuestos, paga bajísimos salarios, exige grandes obras de infraestructura, así como servicios baratos y eficientes, todo para apropiarse de exorbitantes ganancias.

Al no pagar impuestos es un capital subsidiado por el resto de la sociedad, la que tiene que cargar con los gastos en infraestructura. Siendo maquila no demanda materias primas producidas localmente, en consecuencia no estimula el crecimiento económico. Lo poco que se quedaría en demanda nacional vía salarios, también se va porque gracias a la apertura comercial la industria nacional casi ha desaparecido y finalmente, los elevados beneficios que se apropian son transferidos al exterior.

Cuando los gobiernos se ufanan de la maquila es porque se creen muy listos y piensan que el resto de la sociedad está constituida por imbéciles. 

Ahora bien, si la cosa es tan sencilla ¿por qué no resulta evidente? Primero porque no es evidente y no lo es porque una característica importante del sistema es el enmascaramiento, la metamorfosis de la realidad o la fetichización de la misma, lo cual se encuentra en la raíz del sistema mercantil capitalista. 

Desde el momento en que consideramos a los productos del trabajo humano como mercancías, como valores, y no como simples objetos útiles, se desencadena toda una gama de fetiches que nos dominan, que nos esclavizan y que nos llevan a necesitarlos y a quererlos –como el adicto quiere la droga- y a hacer todo aquello que sea necesario para tenerlos. Así es el capitalismo, así funciona. 

Nuestros hábitos de vida, de trabajo, nuestros valores, nuestros principios, nuestros sueños, nuestros anhelos van siendo condicionados por los fetiches. Fetiches que tienen su origen en una cosa tan simple y a la vez tan compleja como lo es la mercancía.

De allí que mientras sigamos considerando a los productos del trabajo como mercancías, -lo cual es un producto social, obviamente, y al ser así no puede verse como algo natural-, no podremos liberarnos de los otros males que se derivan de tal fetichismo.

Ello, a mi juicio, es una razón importante para ser anticapitalista, porque el capitalismo ha expandido a la enésima potencia, no sólo el fetichismo mercantil, sino el fetichismo de las marcas, del capital, de la riqueza, de las cosas materiales, etc. De lo cual se deriva la ausencia de valores importantes que deberían de caracterizar a la humanidad y al humanismo, como la cooperación, la solidaridad, la libertad integral y la auto realización personal . 

Y de este fetichismo no escapan tampoco los empresarios, el capitalista quiere acumular más capital y nunca será suficiente todo el capital que acumule por mucho que éste sea y en ese proceso de voracidad sin límites no le importan los medios que emplee para incrementar su fortuna: el pagar bajos salarios, el expoliar, explotar o reprimir a los trabajadores resulta la cosa más normal del mundo, el evadir impuestos se justifica mediante argucias legales, el comprar funcionarios, jueces, abogados, militares, policías, políticos se presentan como gastos de funcionamiento del capital; el destruir la naturaleza, el medioambiente como los costos del progreso.

La voracidad sin límites de ganancias la justifican alegando que gracias a ellos se generan puestos de trabajo. Y para que los capitalistas más grandes se puedan comer a los más pequeños sin ninguna dificultad, nos argumentan que gracias al libre mercado se estimula la competencia, la eficiencia y se incrementa la productividad.

Pero nunca nos dicen, cual es en verdad su sueño más anhelado: el poder acumular riqueza sin tener que contratar trabajadores, por tal razón es que cualquier maquinaria o equipo que reemplaza el trabajo humano es recibido con una encantadora pero macabra sonrisa de felicidad. Sin reparar en que si no hubiera trabajadores, no habría consumidores y no podrían vender sus mercancías y no existiría capitalismo.

Esta es la mayor paradoja del sistema: la búsqueda de incrementar beneficios conduce a los empresarios a incrementar el capital constante y a disminuir el capital variable, sin percatarse que con ello se juegan la vida. 

El capitalista es, ciertamente, un victimario del resto de la sociedad pero a su vez se convierte en víctima del sistema. En la medida que es la personificación del capital, tiene que actuar conforme a la lógica del capital, es un engendro del capital y tiene que servirle, que adorarlo y ser su esclavo. Si no acumula, si no crece, terminará siendo devorado por otros capitalistas. Su vida depende de acumular más y más capital.

Y el capital va generando toda una red jurídica, ideológica, política en la cual el capitalista es cazador y presa, se sirve de ella, pero es prisionero de la misma. 

Un ejemplo de la monstruosidad que es capaz de generar el capitalismo la observamos en los extremos a que ha llegado la voracidad de los capitalistas gringos en nuestro tiempo, lo cual no es totalmente nuevo, antes fueron los ingleses, los franceses, etc. pero si lo es en términos de cinismo, la hipocresía y el daño que se le ocasiona a diferentes pueblos del mundo por el simple hecho de tener en sus territorios petróleo o ser una ruta para el tránsito del mismo.

Ahora es la época de asegurarse las fuentes de abastecimiento del crudo, mañana será el agua como en el pasado lo fue el oro, el hierro, los diamantes, el cobre, etc.

El capitalismo es así y los capitalistas usan a sus gobiernos (transformados en gendarmes), a sus pueblos (convertidos en soldados) y a los recursos de sus país para invadir, conquistar o destruir países y gobiernos (en vez de satisfacer las necesidades sociales de los pobres) con el único fin de garantizarse beneficios, ganancias constantes y crecientes para incrementar sus ya cuantiosas fortunas. Las empresas petroleras, automovilísticas y las de la industria bélica se cuentan entre las más ricas en el mundo. 

Eso es el capitalismo en su modalidad imperialista más evidente, pero existen otras formas menos visibles mediante las cuales saquean al tercer mundo y nos limitan o impiden cualquier posibilidad de desarrollo y nos condenan a vivir en la miseria, mientras ellos usan y derrochan la mayor cantidad de recursos del planeta.

Esas formas no evidentes, las encontramos en el intercambio desigual en nuestras relaciones comerciales, lo cual se traduce en una transferencia de valor desde nuestras economías, ya pobres, a las suyas para que puedan seguir siendo más ricas; en los préstamos que representan también otra fuente de succión de valor desde nuestras economías hacia las de ellos; la inversión extranjera directa desde las formas tradicionales hasta la maquila que significa otra fuente importante de transferencias de plusvalor hacia las empresas imperialistas; la tecnología que importamos, los pagos por uso de patentes, de marcas, etc. también representan importantes mecanismos de transferencias de recursos desde los países subdesarrollados hacia los desarrollados. Y, como si esto fuese poco, también existen transferencias de capital, bien o mal habido, de los ricos del tercer mundo hacia los bancos del primer mundo.  

Siendo así como funciona el capitalismo, las posibilidades de salir algún día de la pobreza en el tercer mundo es, sencillamente, una quimera. Prometerlo sin antes cambiar el sistema es la mentira más grande que se le puede decir a un pueblo, porque sencillamente es imposible.

¿Cómo no ser anti imperialista, si esta es la máxima expresión del capitalismo? ¿Cómo no ser anti capitalista tanto a nivel nacional como internacional, si es su racionalidad la que tanto daño ocasiona a la humanidad? ¿Cómo no serlo si es a causa del capitalismo que los adelantos científicos y tecnológicos logrados por la humanidad no pueden estar al servicio de la humanidad sino de unos cuantos? ¿Cómo no ser un acérrimo enemigo del sistema si la humanidad pudiera tener satisfechas sus necesidades materiales y dedicar sus vidas a tareas menos degradantes que producir riqueza para unos cuantos empresarios capitalistas? 

¿Cómo no ser anti capitalista si se nos informa que la pobreza se ha democratizado en el mundo, cuando lo que debería democratizarse es la riqueza?

Claro, no nos dicen que es a causa del capitalismo. Pero, obviamente, así es porque existe una excesiva concentración de la riqueza, porque en este sistema el que no tiene acceso al dinero no puede comer, vestirse, curarse, educar a sus hijos, distraerse, transportarse…

Nada se puede hacer si no se tiene dinero. De allí que quienes no encuentran empleo, o una fuente de ingresos aceptable por el sistema acudan al robo, al comercio de drogas, a la prostitución, a la corrupción, al secuestro para tener acceso a las mercancías que el sistema les exhibe, les ofrece, les anuncia, les promueve, les oferta a cambio de dinero, porque a los capitalistas lo único que les importa es el dinero, el que luego transforman en capital y después en poseer más y más bienes materiales, los cuales no son capaces de disfrutar ni aunque vivieran mil años.

Pero es que ya no importa el disfrutar de la vida, el ser feliz, lo único que importa es tener y tener. ¿Podrá alguien pensar que para ser feliz se necesita tanta fortuna como la que posee Bil Gate? ¿Y para qué la tiene entonces, para qué busca incrementarla año tras año, mientras más de mil de millones de personas carecen de los bienes más básicos y elementales? ¿Podrá pensar alguien que para ser feliz se necesita tener todos los bienes que tienen los ricos de nuestro país, mientras la población pobre emigra porque en nuestro país no ve futuro?

Y claro, para asegurarse sus fortunas tienen sus partidos, controlan la asamblea, el gobierno, y hasta poseen sus ejércitos privados. Y siguen acumulando riqueza y siguen explotando a sus trabajadores y siguen negándoles, incluso, el salario mínimo, para tener más beneficios, más dinero, más riqueza.

¿No le parece a usted que esto es absurdo, es inmoral, es injusto? Lo vea desde la perspectiva que lo vea, racional, ética o religiosa, usted estará de acuerdo en que el capitalismo no es un sistema que le convenga a la humanidad. Y que el ser anticapitalista es una necesidad histórica de todos los pueblos del orbe.  

Pero déjeme señalarle otras cuestiones. Está bien estar contra el modelo neoliberal, la forma que reviste el capitalismo actualmente en nuestros países, pero sería mejor estar contra el capitalismo y contra cualquier modalidad que este revista. Está bien estar contra la guerra, pero estaría mejor estar contra el sistema capitalista que es la causa de las guerras en última instancia. Está bien afirmar que otro mundo es posible pero sería mejor afirmar que se es anticapitalista y trabajar por un nuevo proyecto de sociedad alternativa. Está bien ser ecologista, pero sería mejor ser anticapitalista que es la causa de la destrucción, degradación y contaminación ambiental en última instancia. 

Por todo esto y más, soy anticapitalista. ¿Y usted?

Fuentes:

http://www.archivoscp.net/2008-2012/index.php/opinion/90-colaboradores/4162-noticias-de-el-salvador-contrapunto

http://www.archivoscp.net/2008-2012/index.php/opinion/90-colaboradores/4188-noticias-de-el-salvador-contrapunto

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